Tuesday, September 10, 2013

¿En dónde estacionamos nuestra humanidad?


      Recuerdo que cuando era un poco mas joven de lo que soy ahora, mis padres y yo nos pasábamos paseando los fines de semana. Saliendo a comer, viajando a otros países, disfrutando de la compañía de amistades, familiares y compañeros(as) de trabajo y/o escuela. Muchos de los momentos mas bonitos estaban fundamentados en el acceso económico que tenían mi padre y mi madre, en los valores que me habían inculcado y en parte, a que el progreso tecnológico tenía implicaciones dirigidas al entretenimiento sano y no a un enfoque mecanizado del ser humano.

        Sin embargo, pasa una década y el aspecto sociocultural de las nuevas generaciones comienza a cambiar. Se nos dificulta comenzar una conversación con un(a) extraño(a), mirar a los ojos de la persona con la que conversamos, hablar de nuestras emociones y/o de los problemas que enfrentamos a diario. Ahora lo escribimos, lo manipulamos, lo compartimos y lo olvidamos. Todo funciona en instantes. Instantes tecnológicos, computarizados, virtualmente distantes de nuestra realidad. Nos creemos todo lo que leemos, citamos "estudios" e "investigaciones" como si fueran trabajos empíricamente revisados y con utilidad para la humanidad.

      Nos convertimos en opiniones. Se nos hace más fácil decir lo que pensamos utilizando un teclado que enfrentar a otro humano.  Las pantallas televisivas han hipnotizado a nuestra población envejeciente mientras que las pantallas computarizadas van ocupándose de las generaciones nacientes. Dejamos en el olvido el hecho de que somos seres vivientes, que nuestra naturaleza nos pide comunicarnos, sentirnos, tocarnos, escucharnos. 




      ¿En dónde estacionamos nuestra humanidad? 

      Todavía lucho contra la concepción de que se nos haya olvidado salir a la calle, jugar escondite, correr bicicleta, patineta o patines, salir a la playa los fines de semana, cenar con la familia en una mesa y no frente a un televisor, criar con deportes, arte, música y enseñar nuestra historia puertorriqueña a nuestros/as estudiantes e hijos/as. Tener ganas de ser alguien más que un ciudadano, de no rendirnos frente a situaciones difíciles, de poder luchar por lo que creemos que esta bien o que esta mal. Aprender a ser compasivos y empáticos con nuestros/as amigos/as, hermanos/as, conocidos/as y desconocidos/as. 

      Podría ser que mi extrema obsesión por observar los cambios que da la vida me ha contagiado con una realidad que ya no volverá. Pero siempre añoro los momentos en que llegaba a casa con las medias blancas de color marrón por haber jugado en el fango, o con las rodillas peladas porque me caí corriendo mientras llegaba a la "base" de "pillo y policía" o "chico paralizado". O tal vez, se me olvidó lo que significaba dar un abrazo o un beso que no fuera para saludar o despedir a un/a ser querido/a. 




      Definitivamente puedo decir que todo cambia, que los recuerdos permanecen y que aprendemos de algunos errores mientras que otros los ignoramos. No obstante, sería triste que llegue el día que mis futuros(as) hijos(as) (si es que algún día tengo) y/o futuros(as) nietos(as) solo conozcan lo que es sentir el amor a través de una pantalla. 






                    Escrito por: Abram Fuentes Sumaza
                    
                






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