Thursday, May 8, 2014

Puerto Rico: Entre desnudos y fundamentalismo

            Las sociedades domestican a los individuos a través de mitos e ideas, las cuales a su vez domestican las sociedades y a los individuos, aunque los individuos podrían recíprocamente domesticar sus ideas al mismo tiempo que podrían controlar la sociedad que los controla.
Edgar Morin

            Los mitos e ideas nos permiten construir la realidad que habitamos. Nos permiten crear imaginarios, llegar a acuerdos tácitos y elaborar significados comunes que en algún punto de nuestra existencia denominamos como cultura. El lenguaje, el arte, las religiones, los símbolos, la gestión del poder (política), las dinámicas de intercambio (economía) e incluso nuestra sexualidad están definidos por pautas e imaginarios culturales. Estos “consensos”, tácitos o no, suelen entrar en conflicto con relativa frecuencia, sobre todo en las sociedades democráticas, caracterizadas mayormente por el sufragio universal, la tenencia de derechos y particularmente la libertad de expresión. Es dentro de éste contexto que deseo presentar la siguiente situación.

            Durante el día de hoy, jueves 8 de mayo de 2014, se ha producido un incidente que ha puesto a prueba nuestros parámetros de tolerancia y trastocado las bases de los consensos socioculturales y políticos del país. Según los medios informativos de Puerto Rico un grupo de individuos se personó en una de las concurridas plazas del viejo San Juan a eso de las 11:30 de la mañana y sin mediar palabra con nadie se despojaron de sus atuendos. Esta situación causó un revuelo increíble provocando que maestras con grupos de jóvenes escolares tuvieran que huir del lugar para impedir la contaminación moral de su alumnado. A esto se le añade el efecto devastador que generó en los turistas que visitaban nuestra capital que observaban perplejos cómo un grupo de estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas intentaba rememorar la indecorosa escena en sus libretas de arte. Pasados unos minutos procedieron los agentes de ley y orden, como paladines al rescate de la dignidad humana, a realizar las debidas advertencias y gestionar los muy merecidos arrestos. Horas más tarde los medios lograron obtener una reacción de la alcaldesa Carmen Yulín quien se expresa sobre la manifestación de la siguiente forma:

 "Hay una diferencia entre el arte que todos respetamos y que en San Juan se ha convertido en vehículo de desarrollo económico y social, y el de imponer lo que uno quiere ante otros"

Existe quien piense que este es un planteamiento en favor de la democracia y en defensa de los derechos y dignidades de toda la ciudadanía. Que consiste en un llamado en contra de la imposición y de cierta forma ataca la tiranía y el abuso de unos grupos sobre otros. Todo esto aparenta tener perfecto sentido pero me pregunto… ¿Cuál es la finalidad del arte? ¿Acaso los desnudos son una transgresión al bienestar público? ¿Acaso no es violencia ignorar y desconocer el cuerpo y su belleza? ¿Cuál es la causa real de tanto revuelo e indignación sobre algo que vemos desprestigiado a diario en programas de televisión? Y ¿Cuáles son los derechos que se están protegiendo? ¿Y los de quién?

Ante esta última interrogante la alcaldesa responde que su deber es "proteger los derechos de todos y establecer el balance entre esa libertad de expresión que tenemos todos y los derechos de otros que podrían considerar las acciones no aptas". Este planteamiento resulta de gran valor pues atiende a la justicia en el trato a los derechos de todos pero, cómo podemos hablar de los derechos de todos si priman los derechos de unos sobre otros. La versión de libertad de la alcaldesa parece responder al concepto descrito por Stuart Mill donde cada cual puede hacer aquello que le haga feliz sin perjudicar a sus semejantes. Aunque este punto presenta una interrogante fundamental. ¿Qué es perjudicar, hacer mal, dañar la moral o a otros? ¿Cómo determinamos qué es dañar a los demás? Si entendemos que dañar es sinónimo ejercer violencia, de cualquier tipo, sobre algo o alguien también es preciso reconocer que la violencia se refiere a cualquier actividad que obstruya el desarrollo de los seres humanos. A lo que debo cuestionar ¿Cómo afecta la desnudez o un acto artístico el desarrollo de la ciudadanía? ¿Acaso puede generar traumas o desordenes psicológicos que afectarán el devenir de nuestra sociedad? ¿O tal vez nos pueda acercar a la naturaleza, a nuestra biología y la construcción de la sexualidad?

Sin embargo, en los diversos foros que he visitado la opinión pública es tajante y caracteriza al suceso de hoy como una indiscreción que viola la ley y la moral. La gran mayoría de los inquisidores alegaba que el acto era una idiotez pues violaba la ley y sus preceptos morales. Al continuar mi lectura sigo sin entender por qué es tan pernicioso para la sociedad la presencia de desnudos en los espacios públicos. Según el código penal de Puerto Rico se establece lo siguiente sobre las exposiciones deshonestas:

Art. 106 Exposiciones deshonestas. (33 L.P.R.A. Sec. 4068)
Toda persona que voluntariamente expusiere sus partes pudendas o cualquier otra parte íntima de su cuerpo en cualquier sitio en que se hallare presente otra persona, incluyendo agentes del orden público, a quien tal exposición pudiera ofender o molestar, será sancionada con pena de reclusión que no excederá de tres meses o multa que no excederá de doscientos cincuenta dólares.
La pena dispuesta en la presente sección será de reclusión por un término máximo de seis meses o multa máxima de quinientos dólares si el acto tuviere lugar en presencia de una persona menor de 16 años.
Esta definición presenta varias dificultades. En primer lugar, la desnudez es problemática puesto que puede ofender o molestar la sensibilidad de otros. Nuevamente pregunto, ¿De dónde viene el malestar? ¿Es la desnudez un problema o lo son los actos lascivos y la poca consciencia que se tiene sobre la sexualidad? ¿Será la desnudez el problema o la cultura patriarcal, opresiva y dirigida por una escasa educación sexual y de género? Según la ley, la desnudez pública es un delito puesto que requiere la presencia de otras personas pero ¿acaso esto incluye la presencia virtual de terceros? ¿Qué podemos decir entonces de la pornografía, de la sexualización de nuestros cuerpos y la continua contradicción presente en los medios de comunicación?

En uno de los noticieros del país aparece una ilustre reportera planteando que “la actuación de los artistas estuvo indiscutiblemente fuera de lugar” pero curiosamente no ofrece un argumento explicando la falta cometida máxime cuando el teleinformativo al que pertenece se dedica a presentar noticias sobre asesinatos, corrupción, vejaciones y no aporta información útil para la formación de las personas a las que intenta salvaguardar. Incluso se podría argumentar que el noticiario en cuestión ofrece información psicológica y socialmente más destructiva. De igual forma tampoco se distingue con claridad cuál es el lugar adecuado para este tipo de actividades perniciosas. De manera indirecta es posible interpretar que el arte está fuera de lugar, que la expresión alternativa de significados e imaginarios está fuera de lugar y que aquello que atente contra la norma también está fuera de lugar.

En estos menesteres, la ciudadanía experta de las redes sociales plantea que la democracia defiende la tenencia de derechos y se escudan tras la frase de que “los derechos de uno terminan donde empiezan los del otro”. En primer lugar es necesario aclarar que los derechos de nadie empiezan y terminan en la frontera de los derechos del otro. Esto es imposible porque todos participamos de los derechos y formamos una red que nos interconecta como seres humanos de derechos y deberes. Este es precisamente el problema que nos presenta el incidente en cuestión. Para unas personas la desnudez es un problema, para otras es algo perfectamente natural y según el código penal la desnudez pública es un crimen. Es aquí donde debemos reflexionar sobre todo ese engranaje de códigos morales judeocristianos, éticos y normativos que condicionan nuestra realidad y sobre todo saber determinar racionalmente lo que constituye la violación de los derechos ciudadanos. Más aún  es importante que sepamos reconocer cuando la tiranía de la mayoría se superpone a lo ético y ciudadanamente correcto y poder identificar de manera justa lo que realmente atenta contra el desarrollo de las potencialidades humanas. Solo así podremos construir un país centrado en parámetros éticos y de justicia alejándonos poco a poco del imaginario fundamentalista que tanto nos anquilosa, restringe y ancla en la intolerancia.

Por. Víctor A. Meléndez