La
magia de la despolitización
"Soberanía y estado civil están pasando a ser gobierno efectivo y poder arbitrario: la mayor parte de los instrumentos y técnicas de control social se reproducen ya sin una base última de apoyo, garantía o incluso consentimiento popular. El fenómeno se conoce, entre otras fórmulas, como distanciamiento entre clase política y sociedad, como desafecto."
- Oriol Farrés Juste
Hace
escasamente unas horas leí un fabuloso comentario en una red social en el que una
colega descargaba su odio acérrimo contra el gobernador puesto que éste andaba “politizando” la celebración de la victoria de nuestra selección en el torneo de clasificación al
mundial de baloncesto. Fue un comentario interesantísimo aunque, tristemente,
nada fuera de lo común en Puerto Rico donde todo aquello que huele a política
resulta ser un problema de grandes proporciones.
En
primer lugar, considero apremiante reflexionar sobre el hecho de entender como
negativo el gesto de “politizar” algo. A decir verdad pienso que deberíamos ir
un poco más atrás y cuestionarnos ¿qué es eso de politizar una situación?
Politizar, según la RAE (Real Academia Española) significa:
1.
Dar orientación o contenido político a acciones, pensamientos, etc., que,
corrientemente, no lo tienen.
2.
Inculcar a alguien una formación o conciencia política.
Al
observar las definiciones parecería que el dilema está resuelto ya que es evidente
que no existe necesidad alguna de atribuir significados ni contenidos político
partidistas a actividades que no lo contienen. Esta premisa, naturalmente, es
engañosa.
Reflexionemos
un poco sobre estas disposiciones. Es necesario atender algunas consideraciones
sobre el hecho de la politización. En la definición
ofrecida se habla de orientación y/o contenido político lo que nos invita a
cuestionar, en efecto, qué es eso de contenido político.
Recordemos
que la política no se reduce a la descripción vulgar y comúnmente conocida del escenario “político-partidista puertorriqueño”. Donde unos individuos con presencia
medianamente aceptable se enfrascan en batallas que, en muchas ocasiones, no
tienen sentido y terminan por derrumbar cualquier interés político en el
electorado. En cuanto a política me refiero a todo acto relacionado al
ejercicio del poder. A base de esta definición es posible encontrar política en
las relaciones de pareja, en el diálogo entre profesores y alumnado y en las
relaciones entre empleados/as y empleadores/as entre muchos otros ejemplos. El
poder se encuentra en todas las esferas de la vida del ser humano, y por
consiguiente también lo hace la práctica política.
Existen
relaciones políticas entre padres e hijos/as, entre compañeros de trabajo,
entre policías y ciudadanos/as, en fin, entre todo el mundo. A esta situación se le
añade la gestión gubernamental, dominada por los partidos y actores políticos
pertenecientes al aparato de dominación. Éstos, que a su vez se encuentran
estrechamente relacionados a otros actores como los grandes empresarios,
narcotraficantes, bonistas y grupos religiosos a los cuales les deben gran
parte de su poder. Una gestión que no deja de ser política pero que sin embargo
a pocos parece inquietar.
En
sintonía con el planteamiento en cuestión resulta necesario preguntar: ¿Si todo
lo que hacemos está relacionado al poder, a las ideologías político-económicas
y al interés cultural por qué deseamos extirparle el matiz político a las
actividades sociales? El deporte, como toda actividad social, abraza el
contacto entre individuos y constituye una actividad comunicativa
multifactorial donde el poder, nos guste o no, siempre está presente. En
cualquier diligencia que involucre competencia, donde existan rivales o puntos
encontrados la política siempre estará presente.
A
esto habrá que añadir que nuestra selección ha participado en el torneo gracias
a la gestión de diversas agencias gubernamentales y/o auspiciadores, situación que se torna
evidentemente política.
En
otras palabras, es necesario romper con el mito de que la política es “mala”.
Es imprescindible condenar y demoler esa
aura ficticia que, muy hábilmente, han creado tanto los mismos políticos como
los medios de comunicación con la que pretenden desvincular al ciudadano
promedio de “la política”. Es necesario abolir esa noción de que la “política real” es para “los políticos” y comprender de una vez
que todo lo que ocurre en nuestro entorno es de naturaleza social, económica y por supuesto...
¡Política!
Según
Aristóteles el ser humano es un animal político, necesita de los demás y se
relaciona con éstos a través de la gestión del poder. Entonces, cómo es posible
que creamos que el poder y “lo político” no forman parte de todas las esferas
de convivencia. Es muy penoso que se visualice de forma negativa la
politización de la vida máxime cuando su “despolitización” conlleva a la
apatía, a la ignorancia y a un interés genuino por desinteresarse por la toma
decisional.
Escrito por: Víctor A. Meléndez
·
Farrés Juste, Oriol. (2010): “El trasfondo económico de la ciudadanía”.
En Democracia sin ciudadanos: La construcción
de la ciudadanía en las democracias liberales, Camps, Victoria (ed).
Editorial Trotta, Madrid, 2010.