Puerto
Rico: Entre desnudos y fundamentalismo
Las
sociedades domestican a los individuos a través de mitos e ideas, las cuales a
su vez domestican las sociedades y a los individuos, aunque los individuos podrían
recíprocamente domesticar sus ideas al mismo tiempo que podrían controlar la
sociedad que los controla.
Edgar Morin
Los mitos e ideas
nos permiten construir la realidad que habitamos. Nos permiten crear
imaginarios, llegar a acuerdos tácitos y elaborar significados comunes que en algún
punto de nuestra existencia denominamos como cultura. El lenguaje, el arte, las religiones, los símbolos, la
gestión del poder (política), las dinámicas de intercambio (economía) e incluso
nuestra sexualidad están definidos por pautas e imaginarios culturales. Estos “consensos”, tácitos o no, suelen entrar
en conflicto con relativa frecuencia, sobre todo en las sociedades
democráticas, caracterizadas mayormente por el sufragio universal, la tenencia
de derechos y particularmente la libertad de expresión. Es dentro de éste
contexto que deseo presentar la siguiente situación.
Durante el
día de hoy, jueves 8 de mayo de 2014, se ha producido un incidente que ha
puesto a prueba nuestros parámetros de tolerancia y trastocado las bases de los
consensos socioculturales y políticos del país. Según los medios informativos
de Puerto Rico un grupo de individuos se personó en una de las concurridas
plazas del viejo San Juan a eso de las 11:30 de la mañana y sin mediar palabra
con nadie se despojaron de sus atuendos. Esta situación causó un revuelo increíble
provocando que maestras con grupos de jóvenes escolares tuvieran que huir del
lugar para impedir la contaminación moral de su alumnado. A esto se le añade el
efecto devastador que generó en los turistas que visitaban nuestra capital que
observaban perplejos cómo un grupo de estudiantes de la Escuela de Artes
Plásticas intentaba rememorar la indecorosa escena en sus libretas de arte. Pasados
unos minutos procedieron los agentes de ley y orden, como paladines al rescate
de la dignidad humana, a realizar las debidas advertencias y gestionar los muy
merecidos arrestos. Horas más tarde los medios lograron obtener una reacción de
la alcaldesa Carmen Yulín quien se expresa sobre la manifestación de la
siguiente forma:
"Hay una diferencia entre el arte que todos respetamos y que en
San Juan se ha convertido en vehículo de
desarrollo económico y social, y el de imponer lo que uno quiere ante otros"
Existe quien piense que este es un planteamiento en favor de
la democracia y en defensa de los derechos y dignidades de toda la ciudadanía.
Que consiste en un llamado en contra de la imposición y de cierta forma ataca
la tiranía y el abuso de unos grupos sobre otros. Todo esto aparenta tener
perfecto sentido pero me pregunto… ¿Cuál es la finalidad del arte? ¿Acaso los
desnudos son una transgresión al bienestar público? ¿Acaso no es violencia
ignorar y desconocer el cuerpo y su belleza? ¿Cuál es la causa real de tanto
revuelo e indignación sobre algo que vemos desprestigiado a diario en programas
de televisión? Y ¿Cuáles son los derechos que se están protegiendo? ¿Y los de
quién?
Ante esta última interrogante la alcaldesa responde que su deber
es "proteger los derechos de todos y
establecer el balance entre esa libertad de expresión que
tenemos todos y los derechos de otros que podrían considerar las acciones no
aptas". Este planteamiento resulta de gran valor pues atiende a la
justicia en el trato a los derechos de todos pero, cómo podemos hablar de los
derechos de todos si priman los derechos de unos sobre otros. La versión de
libertad de la alcaldesa parece responder al concepto descrito por Stuart Mill
donde cada cual puede hacer aquello que le haga feliz sin perjudicar a sus
semejantes. Aunque este punto presenta una interrogante fundamental. ¿Qué es
perjudicar, hacer mal, dañar la moral o a otros? ¿Cómo determinamos qué es
dañar a los demás? Si entendemos que dañar es sinónimo ejercer violencia, de
cualquier tipo, sobre algo o alguien también es preciso reconocer que la
violencia se refiere a cualquier actividad que obstruya el desarrollo de los
seres humanos. A lo que debo cuestionar ¿Cómo afecta la desnudez o un acto artístico
el desarrollo de la ciudadanía? ¿Acaso puede generar traumas o desordenes psicológicos
que afectarán el devenir de nuestra sociedad? ¿O tal vez nos pueda acercar a la
naturaleza, a nuestra biología y la construcción de la sexualidad?
Sin embargo, en los diversos foros que he visitado la opinión
pública es tajante y caracteriza al suceso de hoy como una indiscreción que
viola la ley y la moral. La gran mayoría de los inquisidores alegaba que el
acto era una idiotez pues violaba la ley y sus preceptos morales. Al continuar
mi lectura sigo sin entender por qué es tan pernicioso para la sociedad la presencia
de desnudos en los espacios públicos. Según el código penal de Puerto Rico se
establece lo siguiente sobre las exposiciones deshonestas:
Art. 106 Exposiciones deshonestas. (33 L.P.R.A. Sec. 4068)
Toda persona que voluntariamente expusiere sus partes pudendas o
cualquier otra parte íntima de su cuerpo en cualquier sitio en que se hallare
presente otra persona, incluyendo agentes del orden público, a quien tal
exposición pudiera ofender o molestar, será sancionada con pena de reclusión
que no excederá de tres meses o multa que no excederá de doscientos cincuenta
dólares.
La pena dispuesta en la presente sección será de reclusión por un
término máximo de seis meses o multa máxima de quinientos dólares si el acto
tuviere lugar en presencia de una persona menor de 16 años.
Esta
definición presenta varias dificultades. En primer lugar, la desnudez es problemática
puesto que puede ofender o molestar la
sensibilidad de otros. Nuevamente pregunto, ¿De dónde viene el malestar? ¿Es la
desnudez un problema o lo son los actos lascivos y la poca consciencia que se
tiene sobre la sexualidad? ¿Será la desnudez el problema o la cultura
patriarcal, opresiva y dirigida por una escasa educación sexual y de género? Según
la ley, la desnudez pública es un delito puesto que requiere la presencia de otras
personas pero ¿acaso esto incluye la presencia virtual de terceros? ¿Qué
podemos decir entonces de la pornografía, de la sexualización de nuestros
cuerpos y la continua contradicción presente en los medios de comunicación?
En
uno de los noticieros del país aparece una ilustre reportera planteando que “la actuación de los artistas estuvo indiscutiblemente
fuera de lugar” pero curiosamente no ofrece un argumento explicando la
falta cometida máxime cuando el teleinformativo al que pertenece se dedica a presentar
noticias sobre asesinatos, corrupción, vejaciones y no aporta información útil para
la formación de las personas a las que intenta salvaguardar. Incluso se podría
argumentar que el noticiario en cuestión ofrece información psicológica y
socialmente más destructiva. De igual forma tampoco se distingue con claridad
cuál es el lugar adecuado para este tipo de actividades perniciosas. De manera
indirecta es posible interpretar que el arte está fuera de lugar, que la expresión
alternativa de significados e imaginarios está fuera de lugar y que aquello que
atente contra la norma también está fuera de lugar.
En
estos menesteres, la ciudadanía experta de las redes sociales plantea que la democracia
defiende la tenencia de derechos y se escudan tras la frase de que “los derechos de uno terminan donde empiezan
los del otro”. En primer lugar es necesario aclarar que los derechos de
nadie empiezan y terminan en la frontera de los derechos del otro. Esto es
imposible porque todos participamos
de los derechos y formamos una red que nos interconecta como seres humanos de
derechos y deberes. Este es precisamente el problema que nos presenta el
incidente en cuestión. Para unas personas la desnudez es un problema, para otras
es algo perfectamente natural y según el código penal la desnudez pública es un
crimen. Es aquí donde debemos reflexionar sobre todo ese engranaje de códigos morales
judeocristianos, éticos y normativos que condicionan nuestra realidad y sobre
todo saber determinar racionalmente lo que constituye la violación de los
derechos ciudadanos. Más aún es
importante que sepamos reconocer cuando la tiranía de la mayoría se superpone a
lo ético y ciudadanamente correcto y poder identificar de manera justa lo que
realmente atenta contra el desarrollo de las potencialidades humanas. Solo así
podremos construir un país centrado en parámetros éticos y de justicia alejándonos
poco a poco del imaginario fundamentalista que tanto nos anquilosa, restringe y
ancla en la intolerancia.